mi padre 3 parte
Oye! La cabaña de Leída ¿existe todavía?
- Sí, existe, no se puede vender tampoco, pues legalmente nunca fue tuya, hay un lío de posesión efectiva que no tiene solución, a menos que a los nueve hermanitos se les ocurra aparecerse y vayan todos juntos a una notaría.
- Ji, ji, ji.
- En tiempos de la UP., del gobierno de Allende, antes del Golpe, tuvimos que defenderla de los camioneros que organizaron allí un boicot, con miles de camiones estacionados en huelga, eso nos cagó, los Momios de la zona nos tildaron de Upelientos. Al poco tiempo del Golpe me tomaron preso, me pase más de un mes en Tejas Verde. Bajo el puente nos hicieron construir unas casuchas de madera, de ahí nos sacaban vendados y nos llevaban al regimiento donde nos sacaban la mierda, por mucho tiempo tuve una especie de parálisis en los brazos porque me tuvieron como un día colgando de unos palos. Jorge alcanzó a arrancar y lo asilaron en una embajada, con mucha suerte, porque al que no era importante no le daban pelota en las embajadas.
- ¿Y te torturaron?
- Eso te estoy contando, fue una suerte que no me mataran. Hubo cientos de muertos, ahora se sabe que a muchos los tiraron al mar.
. ¿Vivos?
- No se sabe.
- ¡Qué mierda, pero qué mierda! ¡Puchas! ¿Sabes hijo?, era lo último que podría imaginarme que en Chile pasaran esas cosas, éramos tan orgullosos de sentirnos distintos, los ingleses de sudamérica.
- Sí, pero era sólo por que consumíamos mucho té.
- No me lo puedo creer ¿Y cuánto tiempo estuvieron?
- Diecisiete años.
- No, ¡Por la mierda!
- Sí, que mierda, es algo que no me gusta contar, ni a mi mujer, a nadie, cuando sale el tema trato de aminorarlo, jamás doy los detalles. En ese tiempo los demás te miraban sin creer que pudiera ser cierto, hasta tus amigos suponían que exagerabas o incluso que las torturas eran inventos, para desprestigiar a los milicos. Cuando aparecían cadáveres acribillados o degollados, ¿te das cuenta, degollados? en las calles, en los potreros o flotando en el Mapocho, había una frasecita que me producía un intenso dolor, aquí, en el pecho, detrás de este hueso – En algo estarían metidos – sentenciaban y te quedaban mirando, y después te lanzaban – tú tuviste suerte, porque estuviste preso de puro imbécil, ¿Quién te mandó a meterte con esa gente?
- Y tú qué les decías?
- Nada, estuvimos por años condenados a callar, comiéndonos la rabia y por sobre todo la pena, humillándonos a diario para conservar la pega, debiendo soportar las burlas que se hacían sobre conocidos que habían caído en desgracia. Hubo vecinos del barrio que no me saludaron en una cola del supermercado, nos conocíamos de años, habíamos comido juntos en las casas muchas veces.
- ¿En qué trabajabas?
- ¿Qué crees? En un banco, era el único trabajo para alguien sin posibilidades de seguir estudiando, ahí también las pasé duras, la verdad es que me habían despedido, pero gracias a un amigo del veterinario de mamá, me las arreglé, pero estuve postergado por mucho tiempo. Para más, en los últimos años llegaron los ingenieros comerciales que arrasaron con los cargos más altos y sonamos, tuve la suerte de no cambiarme de Caja de Previsión y me jubilé mejor que el montón.
- Ahí tienes el tema para la novela.
- ¡Qué novela! No me creerás, pero ya nadie lee, como antes me refiero, sólo por placer, la tele, la tele nos mató a todos, es la entretención del planeta y claro que es entretenida, ¿para qué voy a mentirte? Gratis, la ves cómodamente en tu casa y no haces ningún esfuerzo. Bueno, de repente surge un libro de atracción mundial, bestseller - mejor vendido - te lo traduzco porque sé que nunca le pegaste al inglés, y hasta los chilenitos parten como locos a comprarlo, no sé si para leerlo, que eso es otra cosa; somos unos copiones inimaginables, si no lo has leído pasas a ser un alienígena en un mundo globalizado - jí,jí,jí - ahora te embarré yo, porque no entendiste ni una sílaba.
- ¿De qué?
- De eso del mundo global, o incluso, la aldea global, eso somos ahora, pero es algo demasiado nuevo, con muchas aristas y hasta cosas simpáticas, que tendría que estar un día dándote detalles, pero que para qué te los voy a contar, si no sé cuanto tiempo vas a estar y para qué te va a servir.
- Me volviste a pegar en los cachos, dale con echarme, ¿y si te dijera que me quedo para siempre, qué harías conmigo, llevarme para tu casa?
- Lógico que sí, no te voy a dejar botado ¿Sabes? partiría por comprarte zapatos, ¡Ya no me hagas ponerme viejo sentimental! Que ahora con los años me he puesto bien llorón.
Nos abrazamos en plena calle, y como ya dije que estoy medio huevón me puse a llorar en su hombro.
- Creo que nos haría bien un trago – me deslizó cerca del oído.
- Bueno, ya, yo no acostumbro tomar, sólo en las fiestas, pero…
Entramos a una pequeña fonda de una calle que se encaramaba por el cerro, mi padre se acomodó en una mesa del fondo, cerca de una ventana y desde allí paseaba la vista por los muros y una escalera de madera que llevaba al segundo piso.
- Violetera de España, tú en tierra extraña, vives para el recuerdo de aquel amor.
- ¡Oye! ¿Qué estas cantando?
- A principios de los 50 vino a Chile una cantante española, una mujer macanuda, estupenda, había trabajado en una película donde cantaban esa canción. Me encantaba.
-¿Este era el boliche?
- Sí, era, porque está muy distinto, en los muros había fotos de artistas, yo traje una de la cantante, ésa, que salió en los diarios. La mujer que lo atendía era la dueña y, lo que es la vida, no me puedo acordar como se llamaba. ¿Qué pedimos, una Cubas libres o un jarrito de tinto?
- Tinto.
- ¿Te gusta el tinto?´
- No, no es por eso, yo también me acordé de una canción. Yo, a veces, cuando habló de ti con amigos, te nombro como mi viejo, a ti nunca te dije así cuando vivías porque yo era niño, no sé, pero ahora se acostumbra llamar mi viejo al papá, y la canción, esa que recordé habla del padre, o sea del viejo y a él le gustaba el vino tinto, bueno y yo asocié todo eso y como ves todo es difícil de explicar, porque tú no sabes nada de lo que ocurre actualmente y si uno lo explica todo, es como los chistes, se pierde toda la gracia. Sorry.
- ¿Sorry?
- Lo siento.
- ¿Qué sientes?
- No, sorry quiere decir lo siento. Sabes que más, toma, fúmate un cigarrillo y salud. ¿Crees que debería decir por el gusto de estar contigo?
- No sé, no sé si para ti es un gusto, para mí es una experiencia bien rara, nunca me había tomado un trago con un hijo, además este local era como un escondite secreto.
- ¿Por qué tan secreto? - - ¿Por qué tan secreto?
- Para pasar las penas, la vida tan mezquina, tratando siempre de sacar adelante unos proyectos que si uno lo piensa bien eran tan pequeños y así y todo casi siempre imposibles.
- ¿Y aquí te escondías?
- No, no era esconderse, venía aquí con unos compadres y nos jugábamos de vez en cuando unas partidas de Dominó, con unas Pilsener y una pichanga para entretener el buche. Doña Teresa, así se llamaba la dueña, por fin me acordé, era una buena mujer.
- Sí, y a veces te fiaba.
- Te lo había contado, a todos nos fiaba, y hasta nos daba consejos, lueguito nos mandaba para la casa cuando veía que se nos estaba pasando la mano con el trago.
- A propósito de casa – dije, sacando mi celular para avisarle a Ester.
- ¿Una radio a pilas?
- No, papá, esto es un teléfono, con él se puede llamar hasta Estados Unidos o Europa. Espérame y te lo explico.
- Ester, ¿Cómo te sientes?
- Que bueno, me voy a demorar un poco, me encontré con un amigo que no veía hace años.
- No, no lo conoces, probablemente lo lleve para allá.
- No sé, no mucho rato, cualquier cosa, llámame. Chao.
- ¿Eso es un teléfono? Me estás payaseando.
- Me escuchaste hablar ¿no?
- ¡Chutacai!
- Sí, existe, no se puede vender tampoco, pues legalmente nunca fue tuya, hay un lío de posesión efectiva que no tiene solución, a menos que a los nueve hermanitos se les ocurra aparecerse y vayan todos juntos a una notaría.
- Ji, ji, ji.
- En tiempos de la UP., del gobierno de Allende, antes del Golpe, tuvimos que defenderla de los camioneros que organizaron allí un boicot, con miles de camiones estacionados en huelga, eso nos cagó, los Momios de la zona nos tildaron de Upelientos. Al poco tiempo del Golpe me tomaron preso, me pase más de un mes en Tejas Verde. Bajo el puente nos hicieron construir unas casuchas de madera, de ahí nos sacaban vendados y nos llevaban al regimiento donde nos sacaban la mierda, por mucho tiempo tuve una especie de parálisis en los brazos porque me tuvieron como un día colgando de unos palos. Jorge alcanzó a arrancar y lo asilaron en una embajada, con mucha suerte, porque al que no era importante no le daban pelota en las embajadas.
- ¿Y te torturaron?
- Eso te estoy contando, fue una suerte que no me mataran. Hubo cientos de muertos, ahora se sabe que a muchos los tiraron al mar.
. ¿Vivos?
- No se sabe.
- ¡Qué mierda, pero qué mierda! ¡Puchas! ¿Sabes hijo?, era lo último que podría imaginarme que en Chile pasaran esas cosas, éramos tan orgullosos de sentirnos distintos, los ingleses de sudamérica.
- Sí, pero era sólo por que consumíamos mucho té.
- No me lo puedo creer ¿Y cuánto tiempo estuvieron?
- Diecisiete años.
- No, ¡Por la mierda!
- Sí, que mierda, es algo que no me gusta contar, ni a mi mujer, a nadie, cuando sale el tema trato de aminorarlo, jamás doy los detalles. En ese tiempo los demás te miraban sin creer que pudiera ser cierto, hasta tus amigos suponían que exagerabas o incluso que las torturas eran inventos, para desprestigiar a los milicos. Cuando aparecían cadáveres acribillados o degollados, ¿te das cuenta, degollados? en las calles, en los potreros o flotando en el Mapocho, había una frasecita que me producía un intenso dolor, aquí, en el pecho, detrás de este hueso – En algo estarían metidos – sentenciaban y te quedaban mirando, y después te lanzaban – tú tuviste suerte, porque estuviste preso de puro imbécil, ¿Quién te mandó a meterte con esa gente?
- Y tú qué les decías?
- Nada, estuvimos por años condenados a callar, comiéndonos la rabia y por sobre todo la pena, humillándonos a diario para conservar la pega, debiendo soportar las burlas que se hacían sobre conocidos que habían caído en desgracia. Hubo vecinos del barrio que no me saludaron en una cola del supermercado, nos conocíamos de años, habíamos comido juntos en las casas muchas veces.
- ¿En qué trabajabas?
- ¿Qué crees? En un banco, era el único trabajo para alguien sin posibilidades de seguir estudiando, ahí también las pasé duras, la verdad es que me habían despedido, pero gracias a un amigo del veterinario de mamá, me las arreglé, pero estuve postergado por mucho tiempo. Para más, en los últimos años llegaron los ingenieros comerciales que arrasaron con los cargos más altos y sonamos, tuve la suerte de no cambiarme de Caja de Previsión y me jubilé mejor que el montón.
- Ahí tienes el tema para la novela.
- ¡Qué novela! No me creerás, pero ya nadie lee, como antes me refiero, sólo por placer, la tele, la tele nos mató a todos, es la entretención del planeta y claro que es entretenida, ¿para qué voy a mentirte? Gratis, la ves cómodamente en tu casa y no haces ningún esfuerzo. Bueno, de repente surge un libro de atracción mundial, bestseller - mejor vendido - te lo traduzco porque sé que nunca le pegaste al inglés, y hasta los chilenitos parten como locos a comprarlo, no sé si para leerlo, que eso es otra cosa; somos unos copiones inimaginables, si no lo has leído pasas a ser un alienígena en un mundo globalizado - jí,jí,jí - ahora te embarré yo, porque no entendiste ni una sílaba.
- ¿De qué?
- De eso del mundo global, o incluso, la aldea global, eso somos ahora, pero es algo demasiado nuevo, con muchas aristas y hasta cosas simpáticas, que tendría que estar un día dándote detalles, pero que para qué te los voy a contar, si no sé cuanto tiempo vas a estar y para qué te va a servir.
- Me volviste a pegar en los cachos, dale con echarme, ¿y si te dijera que me quedo para siempre, qué harías conmigo, llevarme para tu casa?
- Lógico que sí, no te voy a dejar botado ¿Sabes? partiría por comprarte zapatos, ¡Ya no me hagas ponerme viejo sentimental! Que ahora con los años me he puesto bien llorón.
Nos abrazamos en plena calle, y como ya dije que estoy medio huevón me puse a llorar en su hombro.
- Creo que nos haría bien un trago – me deslizó cerca del oído.
- Bueno, ya, yo no acostumbro tomar, sólo en las fiestas, pero…
Entramos a una pequeña fonda de una calle que se encaramaba por el cerro, mi padre se acomodó en una mesa del fondo, cerca de una ventana y desde allí paseaba la vista por los muros y una escalera de madera que llevaba al segundo piso.
- Violetera de España, tú en tierra extraña, vives para el recuerdo de aquel amor.
- ¡Oye! ¿Qué estas cantando?
- A principios de los 50 vino a Chile una cantante española, una mujer macanuda, estupenda, había trabajado en una película donde cantaban esa canción. Me encantaba.
-¿Este era el boliche?
- Sí, era, porque está muy distinto, en los muros había fotos de artistas, yo traje una de la cantante, ésa, que salió en los diarios. La mujer que lo atendía era la dueña y, lo que es la vida, no me puedo acordar como se llamaba. ¿Qué pedimos, una Cubas libres o un jarrito de tinto?
- Tinto.
- ¿Te gusta el tinto?´
- No, no es por eso, yo también me acordé de una canción. Yo, a veces, cuando habló de ti con amigos, te nombro como mi viejo, a ti nunca te dije así cuando vivías porque yo era niño, no sé, pero ahora se acostumbra llamar mi viejo al papá, y la canción, esa que recordé habla del padre, o sea del viejo y a él le gustaba el vino tinto, bueno y yo asocié todo eso y como ves todo es difícil de explicar, porque tú no sabes nada de lo que ocurre actualmente y si uno lo explica todo, es como los chistes, se pierde toda la gracia. Sorry.
- ¿Sorry?
- Lo siento.
- ¿Qué sientes?
- No, sorry quiere decir lo siento. Sabes que más, toma, fúmate un cigarrillo y salud. ¿Crees que debería decir por el gusto de estar contigo?
- No sé, no sé si para ti es un gusto, para mí es una experiencia bien rara, nunca me había tomado un trago con un hijo, además este local era como un escondite secreto.
- ¿Por qué tan secreto? - - ¿Por qué tan secreto?
- Para pasar las penas, la vida tan mezquina, tratando siempre de sacar adelante unos proyectos que si uno lo piensa bien eran tan pequeños y así y todo casi siempre imposibles.
- ¿Y aquí te escondías?
- No, no era esconderse, venía aquí con unos compadres y nos jugábamos de vez en cuando unas partidas de Dominó, con unas Pilsener y una pichanga para entretener el buche. Doña Teresa, así se llamaba la dueña, por fin me acordé, era una buena mujer.
- Sí, y a veces te fiaba.
- Te lo había contado, a todos nos fiaba, y hasta nos daba consejos, lueguito nos mandaba para la casa cuando veía que se nos estaba pasando la mano con el trago.
- A propósito de casa – dije, sacando mi celular para avisarle a Ester.
- ¿Una radio a pilas?
- No, papá, esto es un teléfono, con él se puede llamar hasta Estados Unidos o Europa. Espérame y te lo explico.
- Ester, ¿Cómo te sientes?
- Que bueno, me voy a demorar un poco, me encontré con un amigo que no veía hace años.
- No, no lo conoces, probablemente lo lleve para allá.
- No sé, no mucho rato, cualquier cosa, llámame. Chao.
- ¿Eso es un teléfono? Me estás payaseando.
- Me escuchaste hablar ¿no?
- ¡Chutacai!
1 Comments:
Gracias otra vez, estimado Compipa, por esta 3ª entrega. Soy un fanático de ella. Inquieto, nervioso, espero ya la próxima.
Chuico
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